Carolina Camargo-Gil, Jackeline Hoyos, Diego Fernando Rosero
1. Entomóloga Líder Programa de Variedades Centro de investigación de la Caña de Azúcar-Cenicaña
2. Ecóloga Área de Entomología Programa de Variedades Centro de investigación de la Caña de Azúcar-Cenicaña
3. Ingeniero ambiental y manejo de recurso hidraúlico Universidad Nacional de Colombia
Correo Correspondencia: carocamargo@cenicana.org
Cada vez más reconocemos los beneficios que la naturaleza aporta a la sociedad como resultado del buen funcionamiento de los ecosistemas. Estos beneficios, conocidos como servicios ecosistémicos, se asocian con mayor frecuencia a los servicios de aprovisionamiento, es decir, a lo que obtenemos directamente de la naturaleza, como alimentos, agua dulce, minerales o madera. Sin embargo, existen otros servicios que a menudo pasan desapercibidos, como los servicios de soporte, entre ellos la formación del suelo y el ciclo de nutrientes, y los servicios de regulación, dentro de los cuales se encuentran la polinización, la regulación del clima, el control de inundaciones y de la erosión, la protección de las fuentes de agua y, en cultivos como la caña de azúcar, uno especialmente relevante: el control biológico de plagas que impactan al cultivo económicamente.
El control biológico por conservación se orienta a proteger y fortalecer los hábitats de los organismos benéficos, insectos, aves, arañas, hongos, entre otros, que ayudan a mantener bajo control las poblaciones de plagas. Desde esta perspectiva, la producción y la conservación de la biodiversidad no son actividades opuestas: la sostenibilidad del sector agrícola depende, en gran medida, de conservar los servicios y recursos que la naturaleza provee.
Una de las estrategias más efectivas para mantener estos servicios ecosistémicos en paisajes agrícolas es el establecimiento de corredores biológicos a través de áreas de vegetación conectadas que facilitan el movimiento de las especies y mantienen la diversidad de los ecosistemas. Desde Cenicaña, con el proyecto Caña Biodiversa, se impulsa la creación y conservación de áreas de vegetación que puedan conectarse entre sí para generar corredores ecológicos que conectan relictos de bosque seco tropical en el valle del río Cauca. El trabajo inició con acciones locales a pequeña escala en predios cañeros, mediante establecimiento o conservación de plantas con flor que proveen alimento y refugio a insectos benéficos; actualmente, esta iniciativa se proyecta hacia una escala regional con el propósito de aportar a la recuperación de la cobertura vegetal y de la diversidad de especies en los corredores ribereños, con esta visión propone unir la vegetación en un gran corredor biológico de 890 km para la región.
Un piloto para aprender: el río Amaime
El río Amaime con una longitud aproximada de 57 km en la parte plana, se constituye como la zona donde se han venido realizando actividades para la conservación y restauración de los corredores ribereños. Durante los últimos dos años Cenicaña ha realizado el análisis cartográfico de las coberturas vegetales según los usos de la tierra y, la caracterización de aves y vegetación en la cuenca del Amaime, consolidando así una metodología para el fortalecimiento de ecosistemas ribereños con el fin de proteger las rondas de los ríos, ofrecer sombra y refugio a arvenses, estableciendo plantas que sirven de hábitat y alimento para insectos benéficos, aves y otros organismos asociados al control de plagas y al reciclaje de nutrientes. Además, se han intervenido 35 hectáreas mediante sistemas agroforestales y bosques protectores con especies nativas de bosque seco tropical, mediante siembras realizadas de la mano de actores de la comunidad, lo que también abre nuevas fuentes de ingreso para quienes producen las plantas, participan en las jornadas de plantación y apoyan el mantenimiento de las áreas restauradas. Esto representa un avance concreto en la consolidación de corredores biológicos y anticipa beneficios directos para la conservación de la biodiversidad y el mejoramiento del paisaje agrícola en el valle del río Cauca. La línea base integra varios componentes que, articulados, permiten comprender la estrategia para la restauración del futuro corredor de 890km.
Aves como aliadas y bioindicadoras a través de la ecoacústica
Para conocer la avifauna del corredor del Amaime se utilizaron metodologías ecoacústicas, una herramienta de bajo costo, que no interfiere con la vida silvestre y que puede repetirse en el tiempo para comparar resultados. El sonido se transforma en una imagen visual (espectrograma) y el canto de cada especie deja una “huella acústica” propia, lo que permite hacerle seguimiento a lo largo del proceso de restauración. Se instalaron 19 grabadoras a lo largo de la cuenca en los ambientes de cobertura más representativos: bosques de guadua, bosques de referencia, franjas con vegetación intermedia y áreas abiertas. A partir de los audios se calculó, entre otros indicadores, la huella acústica, que muestra cuántos sonidos se registra en un área determinada y permite verificar si aumentan los sonidos de fauna a medida que se recupera la vegetación y crece la diversidad de árboles.
El análisis generó 1.440 registros acústicos y permitió identificar 112 especies de aves, entre ellas dos endémicas de Colombia (Picumnus grandis y Ortalis columbiana), lo que demuestra que esta estrategia es práctica para acompañar procesos de restauración como el que se adelanta en el corredor, y resalta el papel de los corredores ribereños como refugios de biodiversidad donde la producción cañera convive con fauna de alto valor ecológico.
Vegetación ribereña y especies de plantas clave
A partir de imágenes satelitales se hizo un mapa detallado de las coberturas vegetales en el corredor ecológico de los ríos Amaime y Nima. En total se caracterizaron 533 ha, donde predominan los bosques de guadua, las áreas con caña brava y zonas con distintos tipos de pastos. Con el apoyo de ingenios, asociaciones de usuarios y otros actores locales se identificaron las áreas con mayor potencial para restaurar la vegetación a la orilla del río Amaime. Estos puntos se vuelven estratégicos para ampliar y unir los fragmentos de vegetación natural, crear más refugios para la fauna y reforzar las funciones que cumplen los ríos en el paisaje.
Además, se ha descrito la vegetación mediante recorridos de campo y un índice que resume qué tan frecuentes y dominantes son las especies en cada sitio. Los análisis muestran que árboles como el guácimo (Guazuma ulmifolia), flor amarillo (Senna spectabilis), balso (Ochroma pyramidale) y caracolí (Anacardium excelsum) están entre los más abundantes en estos bosques ribereños. Estas y otras especies propias de los bosques de galería aportan estructura, sombra, alimento y refugio para aves e insectos benéficos, y se perfilan como candidatas centrales para las acciones de restauración en los corredores ribereños.
Aportes al corredor biológico de 890 km
Los avances en los ecosistemas ribereños del río Amaime, no se quedan únicamente en el ámbito local. La priorización de áreas con potencial de restauración, la caracterización detallada de coberturas vegetales y el trazado fino de los ríos, junto con la información ecológica sobre aves y vegetación, constituyen la base metodológica para planear el futuro Corredor Biológico de 890 km en el valle geográfico del río Cauca.
Este piloto ha avanzado en metodologías que permiten identificar a escala regional, qué tramos y qué predios ofrecen mayores oportunidades para conectar relictos de bosque y fortalecer los corredores ribereños, también ha permitido establecer diferentes tipos de especies nativas que generen beneficios tanto ecológicos como económicos. Identificar las aves y su huella acústica como un bioindicador del estado de los corredores y del impacto positivo de las acciones de restauración.
El aprendizaje acumulado en el Amaime permite avanzar con mayor certeza hacia el diseño de una red de corredores que recorra 890 km, conectando ríos, humedales, bosques y paisajes cañeros en el valle del río Cauca. Es así, como la Conectividad del Amaime es una demostración de que es posible producir caña y, al mismo tiempo, conservar la biodiversidad que sostiene la vida y la productividad en el territorio.



